Los Teatros del Canal ofrecen una versión de ‘La vida es sueño’ sinóptica, atractiva visualmente, claramente dicha, pero sin calado ni nervio dramático

El drama de Calderón, abreviado. Más que la voluntad sinóptica de Carles Alfaro, autor de la versión y de la puesta en escena, aventuro que es la crisis, con su exigencia de repartos cada vez más reducidos, quien se ha llevado por delante a Astolfo y Estrella, al gracioso Clarín y al cortesano que Segismundo arroja por el balcón.

La iluminación tenebrista, el enorme cubo mágico diáfano de la escenografía, la amplificación, la manera clara y pausada de decir el texto y lo solemne de muchos instantes, resultan ingredientes más propios todos de un auto sacramental que de La vida es sueño

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