
La vida es sueño puede ser un espectáculo muy gratificante, como lo han demostrado otras puestas en escena que aprovecharon al máximo los elementos que enriquecen el ambiente de la historia principal; buenas historias cruzadas con estupendos personajes e incluso notables encuentros de capa y espada. En esta ocasión se optó por una implacable reducción a cuatro personajes, con su consiguiente limitación en forma y contenido.
El coautor de esta adaptación y director es un admirable hombre de teatro: Carles Alfaro, de quien recuerdo varias obras maestras como El lindo Don Diego, de Moreto para la CNTC; ¡Atchuusss!, sobre textos de Chejov; Tío Vania, de Chejov, en dos versiones distantes varios años, la última mejor que la primera; El arte de la comedia, de Eduardo de Filippo; El portero, de Harold Pinter, entre otras. Esta vez optó por un estatismo operístico tirando al siglo XVIII, de excesiva inmovilidad, potenciando lo peor del texto original: un sinfín de palabras con regocijo repetitivo y pasión por un antiteatro muy calderoniano: no sólo todo se cuenta más de una vez, sino que las escenas principales llegan advertidas con lujo de detalles.
Últimas noticias
«La cultura no debería ser gratuita, sino accesible»
El director de Naves de Matadero está en contra del bono joven que permitirá el acceso gratuito a jóvenes de 16 a 26 años a los centros culturales del Ayuntamiento. Últimas noticias
Teatro para crear conciencia social sobre la crisis de los refugiados
Este viernes Parafernalias Teatro representa ‘La Gotera’ en el Pablo Iglesias de Alcobendas, junto a un coloquio con refugiados del CAR. Últimas noticias
El intelectual y el poder, más que una relación epistolar
La puesta en escena de ‘Cartas de amor a Stalin’ en una sala habanera reabre el debate sobre las consecuencias que décadas de censura han dejado en la Isla. Últimas noticias